Como inicio de estos blogs sobre el dolor, comenzamos situándolo desde su comprensión elemental médica. El dolor es una experiencia desagradable, sensorial y emotiva, asociada a un daño que sufre el Organismo. Puede ser síntoma de enfermedad o ser en sí mismo una enfermedad. En el primer caso constituye una señal de alarma fisiológica útil; en el segundo no tiene una finalidad definida y puede constituir un punto de partida para otra patología orgánica o psicológica. Del lugar del Organismo en el que tiene origen se transmite a través de las células nerviosas, y una vez que llega a la médula espinal, sube a la corteza cerebral donde se percibe tanto como estímulo “nociceptivo”, que como elaboración del síntoma del dolor. Se puede presentar en forma aguda o crónica. El dolor agudo aparece de improviso y tiene una duración limitada; el dolor crónico es de duración prolongada y comporta un impacto psico-orgánico elevado en el paciente; continúa a veces después de la curación de la enfermedad que lo ha causado (dolor neuropático, herpes zoster), o acompaña una enfermedad incurable. La intensidad del dolor es subjetiva (umbral del dolor); con frecuencia se observa una diferencia de tolerancia al dolor de parte de la misma persona, dependiendo del sexo, y sobre todo, de la situación psicológica.
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